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El retrato de un Marsudéliami

"Hombre, no busques más al autor del mal; ese autor, eres tú mismo. No existe absolutamente otro mal que aquella que tú hiciste o que tu sufres y, tanto el uno y el otro vienen de ti" (*).
El Tartufo

Los que incitan y difunden diferentes métodos para que los jóvenes se conviertan en simples esclavos del sistema están por todas partes. Sobre pasaron a los tartufos.

El Marsuléliami

El(los) falso(s) devoto(s) sigue(n) engañando a la gente de manera continua. Incluso buscan colgarse como un bicho repudiable de los éxitos de otros.

Hace poco pude ser  testigo de como un individuo torpe y vilmente intentaba confundir al público tomando un nombre prácticamente idéntico a otro. Entonces me puse a cuestionarme: ¿Por qué toman o usurpan nombre ajeno? ¿Por qué siguen con sus mentiras? ¿Acaso tomando el nombre de alguien no se esconderá algún interés,económico quizá? ¿Ganar portadas tal vez? ¿Por qué colgarse de los éxitos o trabajos ajenos?

Como todos los tartufos, siempre se aprovechan de la ingenuidad de otros y para su propio beneficio. Para que el público pueda sacar sus propias conclusiones, es necesario ir en busca de la verdad. No denunciar las imposturas, de alguna manera, uno se convierte en cómplice e irresponsable con la gente. Es necesario aniquilar con argumentos a los tartufos y al marsu (diminutivo de Marsudéliami. Un marsu a parte de ser tartufo, es quien incita a la destrucción de los jóvenes, utiliza obras ajenas como suyas, tiene ánimos de figuretismo, es oportunista, se cuelga del éxito de otros para hacerse conocer, es un traidor, es un corrupto, es un estafador, un mentiroso, un usureo).

Bien, vayamos por partes para entrar en contexto y entender mejor lo que quiero decir. Principalmente en los años 80, cuando nacieron buenos y en gran número los grupos musicales, también con ello nacen los famosos “club de fans” de tal o cual artista o grupo. Los ejemplos más claros son los grupos de rock u otro artista de esa época que tuvieron sus seguidores en todo el mundo. En esa década los “clubes” eran un soporte y un medio de difusión de las actividades del grupo o artista, sólo así uno se enteraba de las últimas actividades del grupo mucho antes que los que no estaban dentro de ese grupo. Era como una especie de pequeña ventana privada por donde podías ver o saber lo que otros no.

Era respetable esos tiempos, sin embargo eso se terminó en 1992 en cuanto al grupo Indochina (Indochine, es el nombre en francés) que decidió no seguir por ese camino. En el Perú, ya no había nada que hacer, porque incluso el “club de fans” ya habia dejado de existir como tal antes de 1992. A partir de ahí, ya cada uno veía la forma de buscar la información o los discos de Indochina y, las pocas novedades que llegaban, eran muy limitados, no había casi nada de la actualidad del grupo, sólo unos cuantos tenían contacto en correspondencia con la gente que estaba en Francia y, era difícil hacer conocer a Indochina en el Perú.

El CD “fantasma” del Mr. Marsu

Me quede sorprendido cuando me enteré que en Perú, aún se seguía diciendo a la gente que existía un “club de fans de Indochina”. ¡Una falsedad total! Y, no solo eso, sino que los que estaban allí decían que eran “oficiales”. Y, ¿Avalados por el grupo? Calo que no. Seguir con eso de "club de fans" ¡era inaceptable!, porque el público estaba siendo engañado y estafado. Por supuesto que yo no podía permitir esa impustura.

A modo de una muestra, uno de estos falsos devotos en una emisora radial en directo dijo lo siguiente: “El CD del single "Memora" del grupo francés llegó directo a Perú”. ¡Eso es falso!. La verdad es que el single nunca salió en CD, sino únicamente en versión de descarga digital legal (se tenia que pagar). ¿De donde salió ese CD “fantasma”? ¡Misterio total!

Y, cuando hubo personas que denunciaron la afirmación falsa del "club de fans" y, como no podian ante la verdad, sólo atenuaron a insultarlos. Evidentemente, no faltaron y no faltarán Pernelles por montones para defender al falso devoto: el marsu ¿Cuál es el motivo o interés de mentir Mr. Marsu?

Otro aspecto a la cual se tiene que hacer frente o al menos no permitirla, es cuando usurpan nombre ajenos. Veamos esto entonces.
¿Crisis de identidad?

El marsu, aprovechándose de aquellos que aún no son capaces de hacer la diferencia entre cultura y vicio pernicioso, entre dignidad y degradación; viene publicitando sus vicios utilizando el nombre de otra organización, institución o colectivo. Es sensato preguntarle ¿Por qué el Mr. Marsu no usa su propio nombre para dar a conocer tus aventuras? ¿Tendrá acaso una crisis de identidad?

Yo no soy partidario que las personas se cuelguen de alguien para hacerse conocido o para difundir sus actividades ilícitas. Tampoco puedo impedir que cada uno haga lo que mejor le conviene con su vida privada, cada uno está es su derecho de hacer o no. Pero mínimamente deben usar su propio nombre, sin complejos.

Hay que ser claros, el marsu es el verdadero “difusores de la destrucción de la juventud en el Perú” ¿Qué es lo único que puede y saber hacer un marsu? “Fiestecillas” y, más “fiestecillas”. ¿No puedes hacer algo más? Si, “fiestecillas” dirá el amigo del Mr. Marsu. Esos tipos no difunden nada de utilidad para las personas ni para la sociedad en general., sino sólo sus vicios triviales para mantener a la gente en diversión permanente.

Para todo hay tiempo y motivo, unos prefieren la diversión sólo o en grupo (darle la espalda a la realidad, sumergiéndose en trivialidades donde el omnipresente en muchos caso es alcohol y las drogas de todo tipo), otros prefieren cultivarse solo o en grupo, pero nutren el cerebro con conocimiento. Cada quien decide qué hacer con sus tiempo y con su vida, pero hacer un llamado público para los vicios dañinos, incluso usar nombre ajeno, es condenable y repudiable.

Los delincuentes 2.0

Muchas de las informaciones que yo público, son de primera fuente y, en otras son las que encuentro o recibo, pero todas son mencionadas con los créditos respectivos. Es por honestidad intelectual. Los tartufos y el . marsu e incluso un “periodista” tomaron información de lo que escribo y nunca citaron la fuente. No me causa en lo absoluto ningún problema, sino que quiero decirles que no son sinceros con ellos mismos, ni con su público (si es que lo tienen). ¿Acaso eso no es engañar a la gente? ¿Por qué quieren darse de autores cuando no lo son? ¿Por qué no citar la fuente? Para eso tengo una respuesta,  porque el  marsu y el seudo-periodista son “delincuentes 2.0”, es decir se apropia o hacen parecer como suyas lo que otros publican vía Internet.

Algo parecido sucede con los que utilizan las producciones u obras (audio, video, etc.) ajenas. Pasan sus tiempo haciendo descargas ilegales para luego ofrecer al público bajo el sello o la marca marsu u otro, como si fueran suyos. Todo, sin la autorización de los propietarios. Incluso modifican las obras ajenas sin ninguna autorización.

Los asesinos de la industria musical

El marsu y su clan son autores directos de la destrucción de la industria musical en Perú. Esto requiero un análisis mas exhaustivo, pero lo diré de manera resumidad a partir de mis observaciones.

A pesar de que un Estado sea tan fuerte y eficiente en sus leyes para proteger a sus artistas, escritores, cineastas, productores, etc., siempre habrán marsus para evadir la Ley y beneficiarse económicamente a partir de obras ajenas. En ese sentido, quiero decir a los jóvenes que por favor denúncienlas esas practicas que va contra los intereses de un país. Una manera de contrarrestar esto y, para no caer en la tentación de comprar algún producto cultural ilegal o no "original" (no suelo usar el término "original" cuando me refiero a obras creadas y puestas a disposición por el artista a través de mecanismos legales, porque para mí es redundante, sólo cobra sentido para los delincuentes que copiaron ilegalmente una obra) es entender el problema y tener un compromiso en apoyar a los productores de productos culturales.

Quien compra obras (musicales, literarias, películas, etc.) no "originales" está contribuyendo a que existan estos centros de “producción en masa” sin tener que pagar alguna tasa o impuesto al Estado. En los talleres clandestinos trabajan muchos jóvenes que no cuentan con ningún seguro de vida, ni de trabajo, ninguna Ley laboral los protege, no tienen vacaciones, trabaja más de 8 horas, reciben como salario en muchos casos por debajo del sueldo mínimo, no declaran sus impuestos a nadie (en consecuencia el Estado pierde un ingreso importante) y, cuando dejan de trabajar no reciben ningún suelo ni por parte del Estado, ni de nadie; es decir están condenados a tener una vida muy difícil.

No sólo eso es el problema de la informalidad en la cual está ligado las actividades del pirateo, sino también son los responsables del “aniquilamiento” a la recién naciente industria musical que se venía formando en los años 70-80 en el Perú. En esto el marsu sí que fue el pionero, porque contribuyeron mucho para destruir puestos de empleo formales, impidieron que tengamos una disquera digna como existen en otros países, destruyeron un avenir prometedor de los discos, destruyeron e impidieron que jóvenes peruanos se especialicen y adquieran el “saber hacer” en nuestro propio territorio, cortaron ingresos económicos formales al Estado (quien por su parte absolutamente ningún dispositivo puso para frenar estar practicas del marsu). ¿Cuánto pierde o gana el estado por un empleo informal? La respuesta debe dar los economistas, es suma y resta. Pero, ¿Cuánto pierde o gana un pueblo con la destrucción de su industria cultura? Son inestimables a parte de lo económico, porque allí está el espíritu viviente de un pueblo.

¿Gente joven?

Sinceramente no creo que aun existan jóvenes ingenuos que sigan creyendo en los argumentos del  marsu y en los tartufos. Quizá existe otros intereses. Ante tantas falsedades vertidas por el marsu, puede ser que haya quedado por ahí algún residuo.

Yo no creo que los jóvenes se presten para usar nombre ajeno para sus actividades. Nuestra juventud ya no es tan imbécil como quiere hacernos creer el tartufo y el marsu. No descarto que el marsu haya dicho mentiras a los jóvenes y los haya prometido “placeres a montones” como se le prometió a Elmire, esposa de Orgon.

Existe gente digna que trabaja con responsabilidad, que no necesitan hablar demasiado: como si lo hace un marsu y los tartufos. Como dice Cléante: "Yo no necesito gesticular para que el cielo me vea. Los falsos devotos y los falsos valientes, son fanfarrones de la misma especie…." y, continua, dejando en claro que no es "ni teólogo, ni humanista", sino simplemente "sé algo muy sencillo y, esa es toda mi ciencia, sé distinguir lo falso de lo verdadero". ¿Está claro? ¿No? Si no es así, entonces, con esto la enterramos: "También pienso que no hay nada tan detestable, como el alarde de esos exhibicionistas, charlatanes…", le decía Cléante a Orgon, aplicable al marsu.

El marsu no es sincero, ni con ellos mismos. El Tartufo de Moliere al menos intenta serlo cuando dice: "Yo no soy lo que todo el mundo piensa. La gente cree que soy un hombre de bien, pero no valgo nada hermano, nada". Si señores, los tartufos nunca hicieron nada aparte de estafar a la gente, el marsu tampoco hizo algo y no hará otra cosa que colgarse del éxito de otros y seguirá delinquiendo por doquier.

Entonces usted ya conoce cual es el rostro de Marsudéliami. ¡Esta gente ya no tiene remedio! Su retrato es detestable.

Conclusión

Los ciudadanos inútiles como el marsu, deben ser repudiados y denunciados por buscar beneficios personales bajo el nombre de otros. El marsu nunca recomendaran algo para que la gente se cultive, porque es contraproductivo para él, se le acabaría la “mamadera”-su fuente de vida.

Todos pueden hacer lo que mejor les parece con sus vidas privadas, eso no es de me interés, pero hacer un llamado por las redes sociales y en nombre de algún grupo o artista (sin el aval y conocimiento de ellos, por supuesto), es vergonzoso.

Fuente:
(*) El texto es de  Jean-Jacques Rousseau, "Profession de foi du vicaire savoyard", Émilie, Livre IV, 1762, Citado justo en el prefacio por Adré Jacob en su libro L’homme et le Mal, Les Editions du CREF, 1998.

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